El 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra: Una efeméride oficial proclamada por las Naciones Unidas en 2009.
El Día Internacional de la Madre Tierra se celebra desde el año 1970 con el objetivo de concienciar a la humanidad sobre los problemas generados por la superpoblación, la contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales.
En este espacio queremos compartir con ustedes visiones sobre la tierra, la agricultura orgánica, los alimentos y nuestra relación con el planeta y su diversidad de habitantes.
Desde nuestra visión, lo orgánico es sinónimo de vida y el tipo de agricultura en el que creemos es el anuncio y la práctica de una nueva concepción del universo, a través de ella, la humanidad puede cambiar su relación con el cosmos y en particular con la naturaleza. Al practicar la agricultura orgánica se crea una nueva oportunidad, un renacimiento, un reencuentro con el pensamiento y la cosmovisión de la tierra, esa que tanto nos hace falta.
En tiempos como los que atravesamos y en los que un sistema pone permanentemente en juego aquello que es sagrado, preservar la vida debería convertirse en la tarea prioritaria de cualquier ser humano. Y es que no podemos separar absolutamente nada de lo que nos es indispensable para seguir existiendo, del hecho de que, si agotamos la vida, nosotros como humanidad fracasamos con ella.
Vivimos en un planeta finito, eso hay que tenerlo siempre presente, y por más que veamos continuamente cómo especies de animales se extinguen, cómo fuentes hídricas se agotan, cómo territorios enteros se vuelven inhabitables, seguimos pensando que la tierra nos “ofrece sus recursos”, que en realidad no son recursos, es su patrimonio biológico, para que abusemos de ellos sin medida alguna.
Nuestra relación con el planeta que habitamos debe comenzar a cambiar y la agricultura orgánica es una de las formas básicas que en realidad no es nada básica de comenzar a recorrer los pasos que hemos perdido, de reconectarnos con lo fundamental de la vida, el suelo, la comida, todo aquello que es vital para que nuestros organismos sigan siendo parte de esa espiral infinita en la que nos movemos.
La agricultura orgánica tiene un principio sencillo: respetar las espirales naturales de la tierra y en vez de alterarlas e intentar dominarlas, propone trabajar junto a ellas. No se está planteando nada nuevo, por el contrario, la idea es recoger las formas de nuestros antepasados y de aquellos que en el campo continúan re-existiendo con estas prácticas.
“Como hijos de la tierra nos tenemos que convertir en sus cuidadores, debemos amarla y respetarla, ese es el objetivo de la agricultura orgánica, una práctica que elige vivir en armonía con ella para poder sobrevivir”.
Jairo Restrepo Rivera, ingeniero agrónomo.