Usos múltiples de la hierbaluisa
Sergio Acaro, a sus 51 años de edad, migrante de Loja y radicado en Lago Agrio desde 1978. Su proyecto es la extracción de aceites esenciales de la hierbaluisa que empezó a plasmarse en el año 2009.
Sergio comentó que su producto se vende de a poco, la dificultad sería que se desconoce sobre sus propiedades medicinales. Destaca el uso del «hidrolacto», que sirve para fumigar el cacao, repelente para el zancudo, moscos, el chinchorro; utilizan también como desinfectante de pisos y mesas.
De momento 10 familias se benefician del proyecto, les permite conseguir recursos económicos para sus estudios y otras necesidades. Un emprendimiento que nació en Jorge, por la curiosidad de la lectura.
En este caso se interesó en la extracción de aceites esenciales. Su aspiración es contar con maquinaria de extracción para cada planta, porque desinfectar la máquina es un proceso que emplea muchos recursos.
Guayusa hidratante de origen Amazónico
Para Pedro Orosco, un día nació la idea de vender guayusa con la intención de reunir fondos para gastos de arbitraje del campeonato de padres de familia en el que representaba al aula de su hija.
En una de las fechas disputadas llevó elaborado el producto y obtuvo una acogida inesperada. En principio luchó con las creencias de la ciudadanía respecto a la guayusa. “Me decían eso es amargo, es licor. A una señora que tiene un puesto de choclo le gustó y me dijo que le suministrará la bebida, ahí empecé todo”, añadió.
Pedro, vende el té de guayusa bajo pedido y en ocasiones personalmente con su carreta, lo vende en el redondel Gonzalo Marañón. Destaca que no tiene químicos y se complementa con otros productos como panela y limón. Actualmente, sus presentaciones son en valores de 50, 75 centavos y un dólar con 25 centavos. Su reto máximo es conseguir el registro sanitario.
Los helados despertaron su alma emprendedora
Hace 9 años Byron Orosco, decidió vender helados de Salcedo porque le gustan mucho. Antes trabajaba de guardia. Apoyado en un préstamo, apostó por un crédito y se compró un congelador, una caja amplificada. Su primer día con un stock de 150 helados se ubicó bajo una carpa cerca del actual redondel Monseñor González Marañón. Su primer cliente un volquetero. Al inicio su familia se comía casi todos los helados. Para los helados de paila compró una máquina, la reparó y pudo vender helados sin conservantes.
Sus padres venden pan de casa y cecina lojana adjunto a su local. Byron mencionó que tanto a él como a sus padres les ha ayudado el buen producto que han mantenido, la buena atención al cliente y la mejora de la imagen del lugar a partir de la construcción del redondel Marañón.
Reconoce que tras la pandemia sus clientes y a quienes suministraba les dejaron. “Soy una persona que no se deja, por ahora tengo que cancelar deudas de la infraestructura local que mejoré”, agregó el emprendedor.