Contaba un viejecito que antes que llegará la Texaco a Shushufindi, unos cazadores pasaron por un sendero muy cerca de lo que hoy es el cementerio. El pasatiempo de ellos era cazar tigres y tucanes, por la hermosura de la piel, plumas y por sus picos tan vistosos. De pronto llegaron hasta un enorme árbol con bambas gigantescas y al acercarse miraron un túnel; al ser tarde, pensaron quedarse al pie de una de las bambas que les serviría de abrigo, pero en la otra había un túnel. Alguien dijo, “vamos a ver qué hay adentro”, los demás contestaron: “No”, a lo que el que lanzó la idea sentenció: “son unos maricas, vamos a ver qué hay”.
Por no quedar mal siendo tan fuertes y teniendo armas, dijeron: “vamos, es un pecado que nos digas maricas”.
Entraron por el túnel unos 50 metros, el camino estaba bonito, siguieron y como ya la luz del día se iba guardando, de pronto llegaron a una casa de hermosas mujeres de unos 18 a 25 años; muy amables las señoritas les llamaron y una de ellas dijo: “¿Quieren quedarse unas horas?, podemos hacer un baile”.
En un solo tono de voz, los cazadores dijeron: “Por supuesto, aunque estamos con ropa de cacería”. Una muchacha de ojos azules les dijo que no había problema: “Pónganse cómodos, voy a poner música, es la única con la que bailaremos y tomaremos una bebidita”. Y en una especie como de rocola de tiempos pasados, la pusieron a sonar; la música tenía un tono fúnebre, pero empezaron a bailar, tomando una bebida azulísima. Pronto estaban borrachos mientras ellas se reían.
Cuando se despertaron, estaban en la misma tienda, en las bambas, pero cada uno tenía bien abrazado un tronco de árbol.
Fuente: Jacobo Nerlly;
Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal del Cantón Shushufindi (2020). Libro Mitos y Leyendas del Cantón Shushufindi. Shushufindi-Ecuador.